Impresiones orientales
Esta es la quinta vez que asisto como invitado al Festival de Cine de Cannes, un certamen al que debo gran parte del éxito de mi corta carrera profesional. No es fácil abrirse camino en la mastodóntica industria cinematográfica occidental, menos para un director chino cuyas historias de amor nada tienen que ver con los cuentos de hadas made in Hollywood. Es de agradecer, por tanto, un festival de cine que, aunque roza la frontera de lo comercial, siente curiosidad por otro tipo de tramas amorosas; anónimas, pausadas, crudas, realistas.
Desde que gané una Palma de oro allá por 1997 he sentido la necesidad de seguir explorando el arrepentimiento que sufren aquellos que, sin saberlo, han dejado escapar el que intuyen ha sido el amor de su vida. Así quise reflejarlo en mis dos últimos proyectos, In the mood for love y 2046, y lo intentaré en mi próximo film.
Sin embargo, este año no se proyectará ninguno de mis inacabados trabajos, en esta ocasión dirijo el jurado de la 59 º edición de un festival que se ha inaugurado hace tan solo unos minutos.
He de reconocer que estoy confuso: toda mi vida he sido el que, a través de una lente, he observado con esmero a los demás. Ahora, en este instante, mi obligación es estar delante de los objetivos, acosado por los flashes repetitivos de los fotógrafos. No me gusta que me vean como a un dios o como a alguien especial. Me pone nervioso saber que mucha gente me percibe así. Necesito un cigarrillo para superar esta interminable sesión fotográfica, pero no es posible. Menos mal que nadie me impide que lleve puestas mis gafas de sol.
Estoy impaciente por conocer a la directora argentina Lucrecia Martel porque fue en Buenos Aires donde rodé la película con la que me premiaron en Cannes. Podré intercambiar impresiones con la preciosa Zhang Ziyi, una famosa actriz en mi país con la que trabajé en mi último film y que reclaman ahora los occidentales después de que protagonizara la poco oriental Memorias de una Geisha.
He de reconocer que, de antemano, me siento cohibido por la presencia del actor inglés Tim Roth. Tantos papeles de tipo duro me hacen sospechar de él. El toque tarantiniano del festival se completa con la presencia de Samul L.Jackson que apareció en una película mítica ganadora de
Intuyo que este número elevado de actores y actrices mediáticos frenarán mis ansias por premiar a aquel director que no proporcione respuestas fáciles al espectador, que incite a pensar, que deje un espacio para el misterio. Las colillas de mis cigarrillos se acumularán en un cenicero porque estoy dispuesto a reflexionar con calma, con tranquilidad. Intentaré evitar mis prejuicios porque como dice un viejo proverbio chino: nunca puede predecirse de dónde viene el viento, por eso hay que dejar siempre abiertas las ventanas.
En cualquier caso, me esforzaré por disfrutar de este momento irrepetible, saborear cada fotograma con intensidad, sabedor de que en un futuro no muy lejano lo único que conservaré con seguridad son los recuerdos de aquello que fue y pudo no haber sido.
Cordialmente, Wong Kar Wai